Cuento de Fran Quijano. En lugar de un minuto serán 5, pero merece la pena. GRACIAS FRAN.
¿Quiénes somos?
Imagina el lugar más seguro del mundo. Un lugar donde nada ni nadie jamás ha conseguido entrar. Un lugar tan bien protegido que no existe una persona en este mundo que sea capaz de contar que es lo que hay en su interior. E imagina ahora, que se te presenta la posibilidad de intentar entrar y averiguar qué es aquello tan preciado que debe haber dentro para que haya tal necesidad de protección y vigilancia. ¿Qué me dices? ¿Te atreves?
Yo me atreví, y como digo, imagina que se te da la oportunidad, porque aunque desearas con todas tus fuerzas encontrarlo, nunca lo hallarías, pues es el lugar el que te encuentra a ti. Y cuando lo hace, todo cuanto hubieras imaginado sobre el lugar sería erróneo. Yo pensé que me toparía con toda una fortaleza, un auténtico castillo, con altos muros de piedra tras un profundo foso infestado de cocodrilos hambrientos. Pensé que repartidos por toda la muralla, todo un regimiento de arqueros defendía sin descanso todo el perímetro del castillo. E incluso pensé que tras las enormes puertas de entrada a la fortaleza me esperaba un numeroso ejército de hombres armados, dispuestos a dar su vida por asegurar que nada ni nadie entre jamás. ¿Y qué fue lo que me encontré? Una casita. Una casita con una puerta y una alfombrilla donde ponía “Bienvenido ¿Quieres pasar?” ¿Cómo era aquello posible? Sospechaba que tenía que haber alguna trampa. Que no podía ser tan fácil. No obstante, con mucho cuidado, fui midiendo mis pasos y me acerqué poco a poco a la puerta. Extendí mi mano, agarré el pomo, y abrí la puerta lentamente. La habitación que había al otro lado estaba totalmente a oscuras. En ese momento dudé. ¿Merecía la pena correr el riesgo? ¿Por qué no seguir con mi vida y dejarlo pasar? Pero no, la curiosidad me mataba por dentro, así que fui
decisivo, entré y cerré la puerta de golpe. Nada más hacerlo, la oscuridad se esfumó.
De repente, ya no estaba en una habitación, sino al aire libre. A mi espalda seguía estando la puerta, pero nada más. Podía volver sobre mis pasos cuando quisiera. Aún estaba a tiempo. Más cuando me vi rodeado por un foso bastante considerable. Sin embargo, mi orgullo me lo impedía. La única manera de avanzar era sobrepasando el agujero, pero sabía que físicamente no era capaz de saltarlo. ¿Qué debía hacer? Como empujado por alguna especie de fuerza interior, cogí carrerilla y salté. No sabía muy bien cómo, pero llegué al otro extremo del barranco. Tan sólo tuve
fe en que lo conseguiría.
A lo lejos, pude distinguir una especie de instalación. Me apresuré y a escasos metros de distancia, me percaté de que era un edificio de dos plantas rodeado por una reja electrificada, vigilado por cámaras de seguridad y un guardia armado en la puerta principal. Estaba claro que ahí dentro estaba aquello que tanto valor tenía. Ya quedaba poco, sólo tenía que encontrar la manera de burlar todo ese sistema de seguridad. Pensé en toda la gente que habría llegado hasta aquí y se dio media vuelta. O la gente que lo intentó, y no lo consiguió. Y no estaba dispuesto a perder de ninguna de las dos formas. Pensé, que habría algo que ninguna otra persona había intentado. Así que me dirigí hacia la entrada con decisión y paso firme. Acto seguido, el guardia exclamó con desprecio: “¿Quién eres y que quieres?” Con toda tranquilidad y
sinceridad contesté: “Soy alguien que quiere saber qué es lo que hay dentro que es tan preciado, ¿Puedo pasar?” El guardia, sin mediar palabra, me abrió la puerta y me invitó a pasar.
Nada más entrar, el guardia cerró la puerta tras de mí. Ahora, me encontraba en una pequeña habitación y en el centro de la misma, había como una pequeña cúpula formada por varias barreras transparentes que protegían algo en su interior. Sin embargo, no se podía distinguir qué era. Examiné la cúpula y toda la habitación de arriba abajo y no encontraba ninguna manera de deshacerme de aquellas barreras. Estaba a punto de darme por vencido. Pero de nuevo, no podía terminar así. Había llegado más lejos que nadie. Tenía que averiguar la forma de conseguir traspasar esas barreras. Me senté a meditar y a pensar alguna solución. Al cabo de cinco minutos, automáticamente, una de las barreras se abrió. ¿Cómo lo hice? Seguí sentado, intentado dar con la clave, pero nada. Entonces, otra de las barreras se abrió. Empecé a entender que era cuestión de tiempo, y que si tenía la
paciencia suficiente, todas las barreras se abrirían. Y así fue. Finalmente, después de varios días y semanas allí encerrado, lo conseguí. Me acerqué a la cúpula, ya abierta, y al fondo… encontré un espejo. Lo cogí y me miré en él. Por más que lo miraba tan sólo veía mi
reflejo. ¿Qué clase de broma pesada era ésta?
Pues… la verdad, es que no era ninguna broma. Encontrarme con aquel lugar misterioso era lo mejor que me había pasado en la vida. Y no es el único lugar que existe. Hay millones y millones de lugares por todo el planeta. Cada uno de nosotros somos uno de esos lugares, especiales e irrepetibles. Cada uno de nosotros posee sus propias pruebas que otras personas han de pasar para llegar hasta quienes realmente somos. Y sinceramente, esas pruebas son tan duras como lo exigentes que queramos ser con los demás. Cada uno establece sus normas y sus límites. Y yo, me topé con una persona que me pedía que fuera
decisivo y que tuviera
fe en ella, así como que fuera
sincero y
paciente. Y como prueba final, que dejara de mostrar mi fachada, mi disfraz, mi
reflejo…. Debía dejar de verme reflejado en el espejo, para lo cual era necesario que me diera a conocer como era realmente. Sólo entonces, fui capaz de verla como era ella. Llegar hasta ahí no fue fácil, y me llevó mucho tiempo, pero mereció la pena.
Por lo general, nadie confía plenamente en otra persona, y para que eso sea posible, esa persona debe demostrarle que es de
confianza pasando satisfactoriamente las pruebas correspondientes. Y es que la confianza es difícil de conseguir, aunque más complicado es recuperarla después de haberla perdido. Es algo que hay que cuidar. Es algo por lo que hay que luchar. Así que dime, ¿estás dispuesto a luchar? ¿Si te encuentras con un lugar de éstos, intentarías descubrir qué hay dentro? ¿Correrías el riesgo? Espero que sí. Es algo que jamás olvidarás.